¡Representatividad Real Ya!

>> miércoles, 1 de junio de 2011

“La potestad de legislar reside en el pueblo, el cual la delega en la Asamblea Legislativa…”.
Artículo 105 de la Constitución Política

El pasado primero de Mayo fuimos testigos de un triste episodio en nuestra democracia, en el cual la actitud infantil de los diputados (no de uno, ni de un grupo, sino de los 56 que se encontraban presentes) por poco deja al país sin Poder Legislativo.

Este capítulo de la tragicomedia que se llama Asamblea Legislativa bien podría ser el punto cumbre de una temporada en la que hemos visto a diputados subir a monumentos históricos, a bancadas presentando mociones por carretillos (literalmente), a una fracción legislativa desintegrarse casi por completo en medio de su período, a una diputada posando para fotos “provocativas” en el salón de ex Presidentes y un intento fallido de “aumentazo”, entre muchas otras situaciones que parecen sacadas de una caricatura de mal gusto.


Los costarricenses han mostrado su descontento con los diputados, y esto ha venido en aumento en los últimos años. Ya sea a manera de chiste o con toda la seriedad que amerita el caso, todos hemos escuchado a alguien quejarse de la labor de los legisladores. Don Óscar Arias incluso utilizó la promesa de una mejor Asamblea si “votábamos verde en las tres” como slogan de campaña. No se cumplió.

El costarricense ha demostrado que no confía en un partido para nombrar a sus diputados. Esto ha quedado en evidencia en las últimas dos elecciones, en las que quebrar el voto fue casi la norma. A pesar de la estrechísima diferencia con la que don Óscar Arias venció a don Ottón Solís, esta no se vio reflejada en la Asamblea, en la que el partido oficialista tuvo una relativamente cómoda mayoría. De igual manera, la vasta diferencia con la que doña Laura Chinchilla ganó las elecciones del año pasado, no se vio reflejada en la distribución de curules, lo cual la hace enfrentarse hoy en día a un directorio legislativo de oposición.

Existe también un enorme desconocimiento del costarricense sobre quienes son nuestros Padres de la Patria. No es de extrañar, si a la hora de votar usted y yo lo que vimos en la papeleta fue una bandera y el nombre de un partido sobre una lista de nombres en letra ínfima que nadie se atrevería a leer, para no correr el riesgo de ser expulsado del recinto por excederse del tiempo permitido.

¿Sabe usted cuáles son los diputados de su provincia? ¿Lo sabía al momento de votar? ¿Sabe cómo funciona el mecanismo de elección? Sin miedo a equivocarme, podría afirmar que la mayor parte de los costarricenses contestaría negativamente a estas preguntas.

Ser el representante de un territorio tan amplio y tan poblado como una provincia no tiene mucho sentido. Un diputado no puede pretender defender los intereses y necesidades de una provincia completa, pues los hay tan variados como se desee. No recuerdo en los últimos años la intervención real de un legislador a favor de su provincia (salvo tal vez, la de aquel diputado puntarenense que logró que Autopistas del Sol no cerrara la Ruta 27 en época de carnavales).

La Asamblea Legislativa se ha convertido en un lugar para que 57 políticos defiendan sus intereses y los de aquellos grupos cercanos a ellos, dejando de lado los de quienes los llevaron al puesto. Esto es en gran parte culpa del desconocimiento que tenemos los votantes de los diputados que elegimos.

El modelo de elección de senadores en Estados Unidos es un ejemplo de representatividad real. El ciudadano elige a un único senador, conoce a los candidatos, puede indagar sobre sus antecedentes, los puede ver debatir. El votante puede decidir si el candidato realmente representa sus ideales y si cree que este va a defender los intereses de su Estado y cuenta con la experiencia y capacidad para hacerlo. El estadounidense sabe quien es su Senador, y puede reclamarle directamente si incumple sus promesas de campaña.

No es que alabe ciegamente el sistema electoral estadounidense, el cual tiene uno de los sistemas de elección presidencial más complejos del mundo. Simplemente, me parece que es admirable el sistema bajo el cual eligen a sus legisladores, ya que logra fomentar una real representación de los intereses del pueblo en el Senado.

Ahora bien, ¿es posible aplicar un sistema de elección legislativa directa en Costa Rica? Posible es. Se podría buscar dividir el país en 57 regiones con una población muy similar, de manera que cada una elija un diputado. Podrían incluso ser menos los representantes, lo que podría llegar a ser beneficioso.

Si bien es cierto que las soluciones no son sencillas y podrían ser costosas y un tanto difíciles de llevar a cabo, podrían permitir, además evitar vergüenzas y “colerones”, ver un incremento en la seriedad y en la productividad de la Asamblea. Un diputado no puede darse el lujo de cometer errores o abusar de su cargo si sabe que tiene un grupo real de personas pendiente de sus actuaciones, votaciones y manifestaciones.

A este efecto, me gustaría añadir que sería pertinente también una reforma al artículo 170 de nuestra Constitución Política, a fin de que los diputados puedan ser reelectos de manera consecutiva. De esta manera, la presión de los votantes sobre sus representantes aumentaría y estos, ante la amenaza de no ser reelegidos, se preocuparían más por los intereses de sus votantes, con miras a su reelección.

Quiero dejar claro que no pretendo proponer un modelo específico de elección de diputados. Eso le corresponde a los politólogos, abogados especialistas y demás profesionales en la materia. Sin embargo, es necesario y urgente modificarlo de alguna manera para que los ciudadanos podamos elegir directamente a nuestro representante en la Asamblea Legislativa.

Es menester dejar atrás el complicado y obsoleto sistema actual, que (como ha quedado en evidencia) convierte a nuestro Poder Legislativo en una institución ineficiente y ha promovido que esta pierda el señorío que debería caracterizar al Primer Poder de la República.

Costa Rica no puede tolerar más la ineficiencia parlamentaria, que es una de las mayores responsables de la ingobernabilidad que nos aqueja. Es necesario modernizar las elecciones legislativas, de manera que respondan realmente al modelo democrático del que los costarricenses estamos muy orgullosos.

Publicado en Desde la U! el 1 de Junio de 2011

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